El viernes día 8 de julio, pudimos disfrutar de un
magnífico y mágico Festival de Flamenco, a cargo de un excelente elenco de
artistas, que invocaron la presencia de los Duendes del arte e hicieron las
delicias del público asistente durante casi cinco horas.
Le tocó presentar este gran Festival a nuestra querida
amiga Justi Díaz, que estuvo sembrada, realizando una excelente presentación de
cada uno de los artistas, concreta y concisa, sin alargarse demasiado y
derrochando simpatía y buen humor en todo momento.
No me atrevo a hacer una valoración personal de cada
artista, porque estuvieron todos inconmensurables, brillando a gran altura
artística, y sería un tremendo error por
mi parte, que sin querer le diese más importancia a alguno de ellos, porque
insisto que todos dieron los mejor de ellos y derrocharon arte a raudales, cada
uno a su estilo. Simplemente destacaré una pequeña pinceladita o detalle de
cada uno (o cada una) por destacar algún detalle de su actuación y nada más.
Abrieron el Festival Manuel Jiménez y su extraordinario
grupo de artistas con una Soleá interminable y con el sello propio de Manuel,
que se está consolidando como un bailaor puro con un enorme poderío, que deja
atónitos a quienes le contemplan y exquisitamente arropado por sus compañeros.
Les siguió el lucentino Jesús Reyes, que a pesar de su
juventud actuó como un cantaor antiguo y consagrado que comenzó su actuación
con Tonás, y siguió como se dice en el argot taurino, parando, templando y
mandando Soleá, Malagueña de la Trini rematada con Rondeña y Fandagos de
Lucena, después nos hizo Alegrías de Cádiz, Bulerías y Fandangos; cuajando así
una excelente actuación exquisitamente acompañado y arropado por la guitarra
del inigualable Rafael Trenas, que acarició la guitarra con su habitual dulzura
y magisterio, de esa forma que sólo sabe hacer Rafael y que te hiere el Alma.
A continuación le tocó el turno a nuestra querida paisana
Pili Acaiñas, que hizo un alarde de arte, sabiduría y poderío demostrando la
impresionante evolución artística que ha tenido y nos hizo Farruca, Granaínas,
Soleá, Fandangos y unas preciosas Bulerías emulando al gran Manolo Caracol,
perfectamente acompañada por la guitarra de ese coloso que es Antonio Carrión y
que al tiempo que acompañaba a Pili, nos dio un verdadero concierto de
guitarra, con una flamencura como no puede hacerlo ningún otro guitarrista.
Tras el descanso, Manuela Cordero nos demostró que los
innumerables primeros y segundos premios obtenidos en los concursos que ha
participado, los ha ganado a ley con su flamenquería y buen hacer. Comenzó su
actuación por Vidalita y continuó con unos preciosos Tangos, Alegrías y unas
Seguiriyas que quitaron el sentío a quienes tuvimos la suerte de escucharla,
finalizando su actuación por Bulerías.
Igual que Pili, estuvo acompañada a la guitarra por Antonio
Carrión que una vez más estuvo cumbre.
El turno de cantaores lo cerró El Troya, que derrochó arte
y poderío por los cuatro costados, con su voz clara, limpia y un exquisito
compás, comenzando su actuación por Tangos y siguió por Soleá, Bulerías
(emulando al gran Camarón), Fandangos acordándose del Chozas, y cerró su
actuación la Zambra de Carcelero de Caracól, emocionando a los presentes y
dejándonos un excelente sabor de boca con su magnífica actuación, que ejecutó
perfectamente acompañado a la guitarra por un Juani Marín, que ha tenido una
evolución artística importantísima desde la última vez que vino a Pozoblanco y
se está consolidando como una de las jóvenes promesas del acompañamiento al
cante.
Y la guinda de este suculento pastel de cinco horas de
exquisito arte Flamenco, la pusieron una vez más Manuel Jiménez y su grupo, con
unas igualmente interminables Alegrías y Mirabrás, que nos supieron a gloria, a
quienes supimos aguantar hasta las tres de la madrugada, para disfrutar de una
noche mágica, llena de arte, compás y buna armonía.
Comentarios y fotografías: Juan Antonio, secretario de la
Peña flamenca.